miércoles, 29 de junio de 2011

Perros


Una vez iba caminando por un sendero inclinado con muchas escaleras. De repente me crucé con un perro; éste me causó un escalofrío que no se quedó en un escalofrío, sino que mantuvo el miedo. Comencé a caminar rápido hacia arriba de este sendero y me encontré con un árbol, pero a su lado estaba un gato muerto, recién muerto. Sentía que me seguían, volteaba hacia atrás constantemente pero no veía nada. No me explico cómo, pero di con el gato junto al árbol de nuevo, sólo que esta vez me encontré con un perro con boca ensangrentada que caminaba hacia mí muy lentamente. Yo no sólo troté, corrí a toda velocidad, hasta llegar a una calle concurrida; volteé a mi izquierda y divisé un perro gold retriever que me miraba fijamente, y, aunque dentro sentía que no era mas que una mirada tierna, me sentí con miedo. De nuevo miré atrás y era el perro que había visto por primera vez, un rottweiler joven, se podía decir que era pequeño. Miré fijamente sus ojos y vi la mirada inocente, comparada a la de un niño, pero recordé aquél gato muerto y sentí mucho miedo y me vi muerto, ensangrentado y despedazado tirado en el piso y sufriendo por una gran cantidad de mordidas que el rottweiler me había propinado. No podía con mis propios pensamientos hasta que dos pequeños poodle salieron jugueteando con el perro dueño de mis miedos. Finalmente, sólo corrí, hasta que pude llegar a la papelería, mi trabajo de verano, mi zona segura.

Alberto Razo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario